Así como
en cualquier otro tipo de lesión, este daño orgánico en ciertos casos puede
recuperarse. Esto dependerá de la severidad del caso, de la parte afectada, y
del poder de recuperación del individuo. En la posible recuperación, la edad y
el estado general de salud del individuo serán factores importantes.
Cuando la radiación ionizante incide sobre un
organismo vivo, la interacción a nivel celular se puede llevar a cabo en las
membranas, el citoplasma, y el núcleo.
Si la interacción sucede en
alguna de las membranas se producen alteraciones de permeabilidad, lo que hace
que puedan intercambiar fluidos en cantidades mayores que las normales. En
ambos casos la célula no muere, pero sus funciones de multiplicación no se
llevan a cabo. En el caso en que el daño es generalizado la célula puede morir.
En el caso en que la interacción
sucede en el citoplasma, cuya principal sustancia es el agua, al ser ésta
ionizada se forman radicales químicamente inestables. Algunos de estos
radicales tenderán a unirse para formar moléculas de agua y moléculas de
hidrógeno (H), las cuales no son nocivas para el citoplasma. Otros se combinan
para formar peróxido de hidrógeno (H202), el
cual sí produce alteraciones en el funcionamiento de las células. La situación
más crítica se presenta cuando se forma el hidronio (HO), el cual
produce envenenamiento.
Cuando la radiación ionizante
llega hasta el núcleo de la célula, puede producir alteraciones de los genes e
inclusive rompimiento de los cromosomas, provocando que cuando la célula se
divida lo haga con características diferentes a la célula original. Esto se
conoce como daño genético de la radiación ionizante, que si se lleva a cabo en
una célula germinal (espermatozoide u óvulo) podrá manifestarse en individuos
de futuras generaciones.
Por lo expuesto, vemos que la
radiación ionizante puede producir en las células: aumento o disminución de
volumen, muerte, un estado latente, y mutaciones genéticas.
Vale la pena mencionar que estas
propiedades destructivas de la radiación se pueden transformar en un beneficio.
La radioterapia busca eliminar tejidos malignos en el cuerpo aplicándoles altas
dosis de radiación. Sin embargo, por la naturaleza de la radiación, es
inevitable afectar otros órganos sanos cercanos. En un buen tratamiento de radioterapia
se proporciona la dosis letal al tumor, tratando de que sea mínima la
exposición de otras partes del cuerpo.
Se han venido mencionando ya
algunas maneras de clasificar los efectos biológicos producidos por las
radiaciones. Por su importancia conviene reiterar y resaltar los criterios en
que se fundamentan las diferentes clasificaciones.
Recientemente la CIPR ha
introducido un nuevo concepto en la clasificación de los efectos, basado en la
probabilidad de ocurrencia: los efectos estocásticos y los no estocásticos.
Los efectos estocásticos son
aquéllos cuya probabilidad de ocurrencia se incrementa con la dosis recibida,
así como con el tiempo de exposición. No tienen una dosis umbral para
manifestarse. Pueden ocurrir o no ocurrir; no hay un estado intermedio. La
inducción de un cáncer en particular es un efecto estocástico. Su probabilidad
de ocurrir depende de la dosis recibida; sin embargo, no se puede asegurar que
el cáncer se presente, menos aún determinar una dosis. La protección
radiológica trata de limitar en lo posible los efectos estocásticos,
manteniendo las dosis lo más bajas posible.
En los efectos no estocásticos la
severidad aumenta con la dosis, y se produce a partir de una dosis umbral. Para
dosis pequeñas no habrá efectos clínicamente detectables. Al incrementar la
dosis se llega a niveles en que empiezan a evidenciarse, hasta llegar a
situaciones de gravedad. Para estos casos la protección consiste en prevenir
los efectos, no excediendo los umbrales definidos en cada caso. Las quemaduras
caen en esta categoría.
El daño biológico por radiación
puede manifestarse directamente en el individuo que recibe la radiación o en su
progenie. En el caso en que el daño se manifieste en el individuo irradiado se
trata de un daño somático, es decir, el daño se ha circunscrito a sus células
somáticas. Por otro lado, el daño a las células germinales resultará en daño a
la descendencia del individuo. Se pueden clasificar los efectos biológicos en
el hombre como somáticos y hereditarios. El daño a los genes de una célula
somática puede producir daño a la célula hija, pero sería un efecto somático no
hereditario. El término "daño genético" se refiere a efectos causados
por mutación en un cromosoma o un gen; esto lleva a un efecto hereditario
solamente cuando el daño afecta a una línea germinal.
Síndrome de irradiación aguda es
el conjunto de síntomas por la exposición de cuerpo total o una gran porción de
él a la radiación. Consiste en náusea, vómito, anorexia (inapetencia), pérdida
de peso, fiebre y hemorragia intestinal. Según su periodo de latencia, los
efectos se han clasificado en agudos (a corto plazo) y diferidos (a largo
plazo).
Los efectos agudos pueden ser
generales o locales. Los generales presentan la sintomatología que se resume en
el cuadro 8. Los locales pueden ser eritema o necrosis de la piel, caída del
cabello, necrosis de tejidos internos, la esterilidad temporal o permanente, la
reproducción anormal de tejidos como el epitelio del tracto gastrointestinal,
el funcionamiento anormal de los órganos hematopoyéticos (médula ósea roja y
bazo), o alteraciones funcionales del sistema nervioso y de otros sistemas.
Los efectos diferidos pueden ser
la consecuencia de una sola exposición intensa o de una exposición por largo
tiempo. Entre éstos han de considerarse: las cicatrices atróficas locales o
procesos distróficos de órganos y tejidos fuertemente irradiados, las cataratas
del cristalino, el cáncer de los huesos debido a la irradiación del tejido óseo,
el cáncer pulmonar, las anemias plásticas ocasionadas por radiolesiones de la
médula ósea, y la leucemia.
REAL A. EFECTOS BIOLOGICOS DE LA RADIACIONES IONIZANTES. FACULTAD DE CC FISICAS. 2013
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